martes, 19 de enero de 2010

El miserable I




Y el miserable, tenía una preferida

Su corazón tenía una querida.

Empiezo así el relato del miserable

Y su mísera razón.

La querida era morena

Como la tierra de mayo

Ojos verdes, verdes verde

Como el tallo tierno del chut

Labios suaves y carnosos

Como el calaa lozano

Piernas duras y robustas

Como fustes de coj

Semblante como de

Felina herida

Oculta detrás de este

Contrastante semblante

En la profundidad

Profunda como cueva sagrada

Se encontraba su verdadera

Mirada

Mirada de tepezcuinte descubierto

En pleno campo abierto.

Y toda esta descripción

La relato en su interior

El miserable,

En un breve instante

En que su pecho tembló

Como tiembla la ceiba

Vieja al caer

en la súbita Montaña,

victima de el Insolente viento,

ese breve momento

tan breve como el pasar

de un venado asustado.

Ese bendito dia

El miserable, tarde lo visito la mañana

La densa niebla de noviembre

Opaco su horizonte, le nublo la razón

La responsabilidad le estanco

Es tarde dijo para si, que mierda!!

Se rempujo la tortilla con café la bajo

de el gaznate, y de un salto tzucup!! Salió

por la vereda desgastada del rio iba

quitándose las hojas de la milpa

de el rostro, apedreando a su perro

que necio lo acompañaba al lado

de su sombra, sombra que se proyectaba

por el radiante sol que penetraba aquel

camino al rio, aquel camino podrido.

Se agacho para tomar una piedra cualquiera,

indeciso del mejor tamaño dudo,

entre esta y aquella,

alzo la vista al rio por si hubiera una mejor opción

Se limpio los ojos, otra y dos veces mas

No lo podía creer, se tomo el pecho

Eleva nuevamente la vista, y desaparece

Del centro de sus ojos aquel bendito espíritu,

sigiloso como jaguar en plena empresa

se va escabullendo entre la milpa

, ujue put, exclama, y la silueta se va disolviendo entre los matorrales,

Asi conoció el miserable a su querida,

Aquel verde quedo marcado en su vista

Quedo marcado en su corazón

Arrancándole para siempre la tranquilidad de su corazón.


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