Una madre se abre paso entre la agitada calle principal
abarrotada de turistas, con cuchillo afilado en mano, los turistas atónitos se
van apartando de ella, el sol cae en ese cayo, un séquito de niños viene
detrás, alguien tiene que morir hoy, y así sucede minutos después, sin tanto
pensarlo delante de los niños, alza el cuchillo que refleja al dorado sol, y
¡zaz!
Ha muerto la carnada, poco a poco descuartiza al agónico pez
aun en movimiento, los niños en silencio la observan, hay esperanza en sus pupilas,
se levanta el séquito después del ritual de muerte, miran al cielo, replicando
suerte, y lanzan al mar, al mar de la ilusión, los hilos, los anzuelos, la
carnada.
Todos ven al cielo, suplicantes, mientras la nube de
turistas desaparece en el horizonte de la calle, dando paso a un solemne
silencio, casi sepulcral. Los únicos son…idos de fondo, son, el son de las
tripas rechinantes en los testigos, y el del hilo cuando corta al viento, en
cada intento, o lamento de la madre al mar.
Es una familia pobre, de inmigrantes, que dependen del mar.
¿Asesinato de fe?
Muchos tienen que comer.
Familia inmigrante, Caye Caulker, Belize. Junio 2010
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